Acabó de terminar el libro de Mientras los mortales duermen de Kurt Vonnegut. De no haber leído su biografía en Wikipedia, no hubiera pensado que él es un escritor de ciencia ficción. Éste libro ciertamente no es su obra más emblemática, sin embargo, si cometiera el pecado de quedarme con éste único referentediría que la ciencia ficción de Vonnegut está muy lejana a la clásica ciencia ficción: no se trata de naves espaciales o androides megacomplejos: se trata de hombres que se enamoran de refrigeradores y de epidemias de "viudez" causadas por la inflación de las aseguradoras de vida. Se trata pues de una ciencia ficción, que guarda su nombre por mera tradición y ya no por referente: para los lectores contemporáneos lo que este viejo género expresaba (o expresa) se ha vuelto una realidad asimilada y cotidiana.
Me imagino enamorándome de un refrigerador llamado Jenny, para después intentar recobrar mi vida. Me imagino tomando un bús hasta el cementerio de un pueblo lejano, y no reconociendo a mi amante-virtual en el enano sepulturero que me abre la puerta. Me imagino bailango tango de noche y luego perdiéndolo todo. Me imagino sobre todo como el pintor del último cuento, el farsante, que realiza una sola obra maestra, una unica obra maestra a partir de la rabia y el desasosiego y la pierde a manos del enemigo por miedo a no ser reconocido.
Personajes ilusionados pero conformistas, personajes que se dejan llevar por una ilusión para luego golpearse la cara contra la pared, personajes concientes que, de repente, se hunden en su propia conciencia hasta quedar ciegos. Ciencia ficción que termina siendo más humana que ficción.
Será que el mundo contemporáneo es, en referencia con el pasado, mucho más ficción que antes.