domingo, 10 de junio de 2012

LA OFII

Las oficinas estaban afuera de Paris en la zona cuatro. Había que tomar el metro y luego un bús que cruzaba una zona de Paris distinta a todo. Allí Paris dejaba de ser esa ciudad de arquitectura Hoffman para ser un suburbio más.

El camion recorrió cuarenta minutos de calles amplias bordeadas de arboles y gruesas banquetas.
Pasamos por el equivalente francés de casitas de infonavit. Recuerdo una fuente y hasta el final del trayecto, el centro de convenciones y la OFII.

sábado, 9 de junio de 2012

Días

Días en los que me dan ganas de besarte.

De correr calle arriba

en algun callejón de Estambul

como alguna vez lo hicimos.

Días en los que te mataría de cosquillas en la cama

o en los que encajaría mis uñitas por debajo de tus uñas,

sólo para que me mires con reproche

como cuando me comporto

como una niña chiquita.

Días para rebobinar el tiempo

y no dejarlo ir.


Иван Купала


Animales



















 Fuimos como esos animales que no le temen al hombre:

no le temen porque nunca lo han visto,

porque nunca les has atravesado la carne
con una bala que les haga explotar los tendones.

Temeremos, hombre mío,
ahora temeremos,

porque los proyectiles nos han explotado en el cuerpo
y las esquirlas arden.

Curvearemos nuestras espaldas
escondiendo el rostro hacia la sombra

Nos lameremos
las heridas
Nos tendremos lastima
y dolo

antes de volver a salir a la caza.


viernes, 8 de junio de 2012

¿Por qué en el tren de media noche?

Porque una vez, hace no más de un año, decidí tomar el transiberiano que cruza de Moscú a San Petesburgo en 13 horas de viaje. Me dijeron que era peligroso, que una mujer sola no debería tomarlo; que no me expusiera. Me hablaron de las pequeñas y viejas cabinetas sovieticas, compartidas a cuatro con desconocidos. De los ladrones y los acomodadores.

Pero yo tomé el tren.
 

Mientras los mortales duermen....

Acabó de terminar el libro de Mientras los mortales duermen de Kurt Vonnegut. De no haber leído su biografía en Wikipedia, no hubiera pensado que él es un escritor de ciencia ficción. Éste libro ciertamente no es su obra más emblemática, sin embargo, si cometiera el pecado de quedarme con éste único referentediría que la ciencia ficción de Vonnegut está muy lejana a la clásica  ciencia ficción: no se trata de naves espaciales o androides megacomplejos: se trata de hombres que se enamoran de refrigeradores y de epidemias de "viudez" causadas por la inflación de las aseguradoras de vida. Se trata pues de una ciencia ficción, que guarda su nombre por mera tradición y ya no por referente: para los lectores contemporáneos  lo que este viejo género expresaba (o expresa) se ha vuelto una realidad asimilada y cotidiana.
Me imagino enamorándome de un refrigerador llamado Jenny, para después intentar recobrar mi vida. Me imagino tomando un bús hasta el cementerio de un pueblo lejano, y no reconociendo a mi amante-virtual en el enano sepulturero que me abre la puerta. Me imagino bailango tango de noche y luego perdiéndolo todo. Me imagino sobre todo como el pintor del último cuento, el farsante, que realiza una sola obra maestra, una unica obra maestra a partir de la rabia y el desasosiego y la pierde a manos del enemigo por miedo a no ser reconocido. 
Personajes ilusionados pero conformistas, personajes que se dejan llevar por una ilusión para luego golpearse la cara contra la pared, personajes concientes que, de repente, se hunden en su propia conciencia hasta quedar ciegos. Ciencia ficción que termina siendo más humana que ficción. 
Será que el mundo contemporáneo es, en referencia con el pasado, mucho más ficción que antes.