A Naim J.
Cuando primero grité tu nombre, tres cabezas oscuras se asomaron por las ventanas del almujar. Después, ví como la ventana de tu balcón intentó abrirse con problemas, jaloneandose un poquito. Yo sé exactamente los papeles, las zapatos de cuero, la ropa (y su color)... Los libros que, dentro del cuarto, esparcidos por el piso, te impedían abrir el balcón y saludarme. lunes, 31 de marzo de 2014
sábado, 29 de marzo de 2014
Le panneau de la Cité Universitaire
A Naim J.
Solo existen dos países en el mundo:
Siria y México.
Solo existen dos países en el mundo:
Son demasiadas pocas fronteras para la división de cinco continentes geopolíticos. Hay que incluir entonces Argentina; Turquía; Francia; Canadá.
°
Ahora recuerdo porque las cosas conmigo no funcionaban.
Claro, porque era de esas que se attache tres tôt.
La vida es más difícil y más intensa para las dramáticas.
Y mucho más llena de ilusiones, de fantasmas retocados en gouche como pinturas de Doré.
°
Le he gustado al azar a tres o cuatro hombres en mi vida. Con ninguno tuve un relación ni cayeron perdidamente enamorados. Quizás una cosa distinta es el azar y otra el destino; quizás casi no se juntan nunca.
°
Detesto el mundo de la expectativa. Me decepciono con facilidad. Cualquier timbre telefónico, cualquier notificación en el teléfono, cualquier toquido en cualquier puerta, cualquier voz que se alza entre la multitud dirige a mi ingenuo corazón a lo deseado; pero si algo se puede relacionar con tanta facilidad con todo es porque no se relaciona con nada. Esa es, camaradas, la diferencia entre la ilusión y la esperanza.
°
Soy como el cervatillo que corre ante el menor ruido pero que espera ser cazado.
No sabe, sin embargo, que el cazador ha incluso limpiado el rifle.
°
Cualquier ruido eres tú. No, más bien todos los ruidos eres tú. Todos los timbres, todos los cláxones, todos los repiques de todos los teléfonos; todos las campanadas en todas las iglesias... pero con ninguno me hablas.
°
Hay otro mundo. En ese mundo, una de mis yos equivalentes hacían caer de amor a cada hombre que el azar le traía. En ese mundo; los enamorados se batían a hierro y escudo y las cabezas rodaban por el piso inflamadas de borbotones de amor que se convertían en culebras enamoradas (también Medusa ama) . En ese mundo yo era Helena la bella, y todos eran París.
sábado, 8 de marzo de 2014
Moscú
Tengo miedo de olvidar. Una vez, cuando yo tenía 18 o 19 le pregunté a Priani en clase cómo se sentía tener cuarenta años, de qué cosas se acordaba y de qué cosas no: ahora no recuerdo su respuesta.
***
viernes, 7 de marzo de 2014
Sobre el amor
A Andrea Vázquez
1. Quiero dormir cansado para no pensar en ti
Tengo 27 años y me enamorado completamente dos veces, una a medias y otras tantas en algunos cuartos, en octavitos repartidos como el Café de Michoacán en bolsas de papel.
Hace muchos años que no escribía del amor. Cuándo era una muchacha me rompieron el corazón como se rompen el corazón los muchachos; con pompa y platillo, con llantos doblados sobre los llantos, esquinas bohemias repletas de cerveza indio, amistades que se tejen en medio de ese dolor del abandonado y que desaparecen cuándo uno se reconstruye. No hay nada dolor más profundo y más imaginario que el dolor del amor. Algunas veces es un grano de café al que le das vuelta en la lengua con la boca, otras es el ataque de una bomba nuclear selectiva; una bomba que destruye solamente el mundo del que estaba enamorado, pero no el mundo normal, no el de las madres que lavan la vajilla y se secan las manos en el frente del delantal ni el mundo de los amigos exitosos con parejas que tienen tiempos completos en oficinas con grandes ventanas; no, esos mundos no los destruye la bomba nuclear del desamor y
Hoy he hablado con una amiga a quién no había visto en 10 años. Hablamos del amor, hablamos de esa bola que te crece en el pecho cuando te abandonan, de ese doblar de la espalda hacia los rincones para no ver la luz de frente, del pliegue del cuerpo en la cama cuando intentas resguardarte del desamor, del dulce momento justo antes de quedarte dormido cuando piensas que, al dormir, vas a poder olvidar por fin el dolor. Hace algún tiempo, tampoco diré que mucho, que no siento ese dolor, pero al pensar en él puedo recordarlo con la claridad con la que recuerdo cualquier olor entrañable de la infancia, puedo incluso sentir cómo se me eriza la piel y como una bola negra se me revuelve en el vientre bajo.
Con el hombre con el que estoy ahora también sentí esa bola negra, y ese cerrazón de la garganta como si pasaras una píldora azul tan grande que te destruye la traquea, sin embargo, la primera vez, las primeras veces, uno creía que el mundo se acabaría; que la guerra nuclear imaginaria terminaría por derruir todo y que su halo de muerte seguiría aún cuando las amas de casas y los oficinistas no pudieran ver como el mundo se caía a pedazos. Ahora, diez años después (porque sí, he llegado a la edad en la que uno puede decir "diez años después") cuando siento la voluta oscura subiendo por el diafragma, aprieto la mandíbula y fijo mi mirada y me digo: "Ya pasará, aguanta sólo que pasará" Y pasa, y las amas de casa y los oficinistas tienen razón y mi dolor, por más profundo y azul y desgarrador, pasa.
Con el hombre con el que estoy ahora llegué como uno de esos pobres toros de Pamplona a los que les abren la puerta del corral después de haberles acribillado el lomo a pinchos; corriendo, llenos de energía, de ímpetu para moverse, pero heridos. Él mismo me hirió, así como yo lo herí, unas cuantas veces antes de sincerarnos y decidir, como el capitán que quema las naves, que este era nuestro todo o nada; que soltábamos las amarras de ese amor juvenil y nos aventurábamos en otro amor. Y bueno, en Septiembre nos casamos. Y si habrá volutas negras, se tratará más bien de esos panes de horno, hogazas que partes en dos y compartes.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)