sábado, 8 de marzo de 2014

Moscú

Tengo miedo de olvidar. Una vez, cuando yo tenía 18 o 19 le pregunté a Priani en clase cómo se sentía tener cuarenta años, de qué cosas se acordaba y de qué cosas no: ahora no recuerdo su respuesta. 

***

Las calles de Rusia son amplias y grises. Verde apagado en las orillas. Postes de electricidad, amarrándose como nidos.  Postes de electricidad que se mezclan con las cúpulas bizantinas. Edificios altos, larguísimo y grises con las calefacciones colgando por las ventanas chiquitas. Grises. La pintura y los paneles se caen y en las ventas se arremolinan miles de latas llenas de plantitas, cortinas de tela delgadísima y finísima con estampados de puntos o flores. . Mujeres delgadas con faldas cortísimas, con blusitas tejidas a mano con colores estridentes. Malls que surgen de la nada en medio de un desierto de arquitectura soviética. Malls lujosísimos con pisos blancos y resplandecientes. En las puertas de los malls hay arboles falsos con foquitos que se encienden al atardecer y cambian del dolor. Afuera del malls la banqueta es vieja, la calle es vieja, y en una parada de autobús un hombre coordina las combis rusas. La parada de autobús es azul y las combis (mashutkas?) son amarillo huevo.  Tu sientes que entre el Mall y la calle, el arbolito iluminado, es una profeta del capitalismo. 

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