Hoy, mientras caminaba el pequeño callejón que da de mi casa hacia la avenida central, pensé en mi extranjeridad. Pensé que los emigrantes extranjeros somos como niños que necesitan ser adoptados.
Normalmente los extranjeros emigrantes nos adoptamos los unos a los otros. Y allí están mexicanos adoptando colombianos, argentinos adoptando mexicanos, ingleses adoptando afganos...Porque los extranjeros que recién llegamos a un país a residir por más de unos meses, somos los solitarios; formamos parte de ese extraño fenómeno de los desarraigados; los que perdimos el arraigo y no tenemos a donde asirnos; no hay tíos y abuelos para desayunar los domingos, no hay amigas para el cafecito de la tarde, no hay conocidos por conocer un poco más, no hay colegas ni compañeros de estudios: no hay nada del background que normalmente construye a una persona. Porque como persona somos nosotros mismos, individuos hechos pero somos también esa delicada y transparente red de quienes nos rodean; nuestra familia, nuestros amigos, las personas que han pasado en nuestra historia. A veces tienes suerte y llegas a vivir a un país de la mano del amor y eso ayuda porque te adopta un poco la familia de tu pareja. A veces tienes suerte y eres estudiante y caes en un ambiente que te acoge. A veces no tienes suerte y aunque seas estudiante o casada caes en un pueblo donde simplemente hay puras vacas... A veces no puedes ni hablar el idioma y tu propia boca se convierte en cajita de cristal con cerradura.
El inmigrante es, sin embargo, inmensamente libre e inmensamente solitario. Cuando te mueves a otro país a vivir no sólo tienes la oportunidad de reinventarte todo; de empezarte de cero, sino que también tienes que reconstruirte: es el momento indicado para cambiar de peinado y de ideas sin que nadie diga "qué le paso a tu cabello... o a tu cabeza".
Cuando tienes suerte el ambiente es propicio para reconstruirte y la gente también: por ejemplo, donde todos somos extranjeros nos reconstruimos los unos a los otros, nos apoyamos y nos contamos nuestros nuevos cuentos de grandeza... pero qué soledad hay siempre en nuestros gettos de inmigrantes, que isolación del verdadero país, de su gente y sus costumbres .
Claro, porque una cosa era construir nuestro pequeño nuevo background y otra era incluirnos en la nueva realidad del país al que llegamos. Y como no tenemos derecho de irrumpir en los "nativos" e obligarlos a amarnos, a mostrarnos la ciudad e incluirnos en su background (existente y fuertemente tejido, en sus casos), entonces tímidamente nos asomamos por las ventanas a la realidad social como niños en hospicio. Así que los nacionales, las más amables y las menos hostiles, pasan a nuestro alrededor sonriendo, haciendo algunas preguntas amables y luego siguiendo sus vidas, sin pensar cuánto y cómo sufre quien quiere ser adoptado...
Mis amigos adoptados saben de lo que hablo: un día te encuentras a un nativo del país que te adopta. Alguien de corazón infinito que comprende que eres un desarraigado y que en tu emigración perdiste más que un país y un piso: quizás alguien que también haya vivido en otro país, o que comprenda las viscitudes de las culturas y los idiomas. Ese nativo te hará un hoyito regular en su agenda, te corregirá tus malas pronunciaciones, te enseñara, como quien abre una cajita de luz frente a un niño, los bemoles de su propia cultura. Y esa alma nativa que te adopta como un amigo real en la vida real te ancla por fin al nuevo país donde vives. Por supuesto que tus otros amigos extranjeros seguirán siendo importantes; serán quizás más íntimos, más cercanos porque también sabran la desazón que vives como emigrante pero ese amigo nativo será quién te arraige de nuevo a una nueva tierra.
Así que, si ven a un extranjero que necesite ser adoptado, si tienes espacio en el corazón y en la agenda; háganos la buena obra, que nosotros, los extranjeros, seguimos asomando la cabecita por el horfelinato.
Normalmente los extranjeros emigrantes nos adoptamos los unos a los otros. Y allí están mexicanos adoptando colombianos, argentinos adoptando mexicanos, ingleses adoptando afganos...Porque los extranjeros que recién llegamos a un país a residir por más de unos meses, somos los solitarios; formamos parte de ese extraño fenómeno de los desarraigados; los que perdimos el arraigo y no tenemos a donde asirnos; no hay tíos y abuelos para desayunar los domingos, no hay amigas para el cafecito de la tarde, no hay conocidos por conocer un poco más, no hay colegas ni compañeros de estudios: no hay nada del background que normalmente construye a una persona. Porque como persona somos nosotros mismos, individuos hechos pero somos también esa delicada y transparente red de quienes nos rodean; nuestra familia, nuestros amigos, las personas que han pasado en nuestra historia. A veces tienes suerte y llegas a vivir a un país de la mano del amor y eso ayuda porque te adopta un poco la familia de tu pareja. A veces tienes suerte y eres estudiante y caes en un ambiente que te acoge. A veces no tienes suerte y aunque seas estudiante o casada caes en un pueblo donde simplemente hay puras vacas... A veces no puedes ni hablar el idioma y tu propia boca se convierte en cajita de cristal con cerradura.
El inmigrante es, sin embargo, inmensamente libre e inmensamente solitario. Cuando te mueves a otro país a vivir no sólo tienes la oportunidad de reinventarte todo; de empezarte de cero, sino que también tienes que reconstruirte: es el momento indicado para cambiar de peinado y de ideas sin que nadie diga "qué le paso a tu cabello... o a tu cabeza".
Cuando tienes suerte el ambiente es propicio para reconstruirte y la gente también: por ejemplo, donde todos somos extranjeros nos reconstruimos los unos a los otros, nos apoyamos y nos contamos nuestros nuevos cuentos de grandeza... pero qué soledad hay siempre en nuestros gettos de inmigrantes, que isolación del verdadero país, de su gente y sus costumbres .
Claro, porque una cosa era construir nuestro pequeño nuevo background y otra era incluirnos en la nueva realidad del país al que llegamos. Y como no tenemos derecho de irrumpir en los "nativos" e obligarlos a amarnos, a mostrarnos la ciudad e incluirnos en su background (existente y fuertemente tejido, en sus casos), entonces tímidamente nos asomamos por las ventanas a la realidad social como niños en hospicio. Así que los nacionales, las más amables y las menos hostiles, pasan a nuestro alrededor sonriendo, haciendo algunas preguntas amables y luego siguiendo sus vidas, sin pensar cuánto y cómo sufre quien quiere ser adoptado...
Mis amigos adoptados saben de lo que hablo: un día te encuentras a un nativo del país que te adopta. Alguien de corazón infinito que comprende que eres un desarraigado y que en tu emigración perdiste más que un país y un piso: quizás alguien que también haya vivido en otro país, o que comprenda las viscitudes de las culturas y los idiomas. Ese nativo te hará un hoyito regular en su agenda, te corregirá tus malas pronunciaciones, te enseñara, como quien abre una cajita de luz frente a un niño, los bemoles de su propia cultura. Y esa alma nativa que te adopta como un amigo real en la vida real te ancla por fin al nuevo país donde vives. Por supuesto que tus otros amigos extranjeros seguirán siendo importantes; serán quizás más íntimos, más cercanos porque también sabran la desazón que vives como emigrante pero ese amigo nativo será quién te arraige de nuevo a una nueva tierra.
Así que, si ven a un extranjero que necesite ser adoptado, si tienes espacio en el corazón y en la agenda; háganos la buena obra, que nosotros, los extranjeros, seguimos asomando la cabecita por el horfelinato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario