El mundo perdona todo, padre,
se perdona la riqueza
y la ignorancia
(en especial la ignorancia que permite al rico)
y la pobreza
(que enriquece al rico aún más
o por contraste).
Se perdona incluso al diferente
que nos permite ser tolerantes
y magnánimos.
Lo que no se perdona,
padre mío,
es ser demasiado sabio.
Lo que no se perdona
es saber cuándo y dónde
quitarse el sombrero
para estrujarlo entre las manos
con asombro.
Por eso, a tí, padre,
el mundo no te perdonó
tu grandeza
de sabio
caminando
con la cacucha en mano
y la nuca quemándose al sol.
se perdona la riqueza
y la ignorancia
(en especial la ignorancia que permite al rico)
y la pobreza
(que enriquece al rico aún más
o por contraste).
Se perdona incluso al diferente
que nos permite ser tolerantes
y magnánimos.
Lo que no se perdona,
padre mío,
es ser demasiado sabio.
Lo que no se perdona
es saber cuándo y dónde
quitarse el sombrero
para estrujarlo entre las manos
con asombro.
Por eso, a tí, padre,
el mundo no te perdonó
tu grandeza
de sabio
caminando
con la cacucha en mano
y la nuca quemándose al sol.
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