Naim tenía un pequeño sonido.
El pequeño sonido era su llave mágica.
Como él código que un mago entrega a un aprendíz
(o un sheikh a su discípulo).
El pequeño sonido era dulcísimo
y suave
como la parte interna del ala
de una ave
antes del primer vuelo.
Era una respuesta
a cualquier cosa
pero era
el código
de su tristeza
de su duda
de su curiosidad
de su extrañeza
de la distancia que te regalaba
desde su inteligencia
no llegaba a ser una palabra
no era una palabra
porque así
como sonido
podía ser cualquier cosa.
(que tristeza sentirá
mi memoria
cuando no recuerde más
el pequeño sonido de Naim
el bufido
el soplo de curiosidad
y misterio
con el que me contestaba Naim
cuando le hablaba).
El pequeño sonido era su llave mágica.
Como él código que un mago entrega a un aprendíz
(o un sheikh a su discípulo).
El pequeño sonido era dulcísimo
y suave
como la parte interna del ala
de una ave
antes del primer vuelo.
Era una respuesta
a cualquier cosa
pero era
el código
de su tristeza
de su duda
de su curiosidad
de su extrañeza
de la distancia que te regalaba
desde su inteligencia
no llegaba a ser una palabra
no era una palabra
porque así
como sonido
podía ser cualquier cosa.
(que tristeza sentirá
mi memoria
cuando no recuerde más
el pequeño sonido de Naim
el bufido
el soplo de curiosidad
y misterio
con el que me contestaba Naim
cuando le hablaba).
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