De
París me despedí a cachos: como quien alarga la palabra para no
terminar tan pronto de decirla. Un poco un viernes, otro poco un sábado,
otro poco en domingo y otro poco en lunes. Cada cosa regalada a buenas
manos, era como un hijo salido del hospicio. Que tristeza y que drama es
mudarse para los que nos apegamos hasta a los objetos más ínfimos. La
calma que me dio que Jairo se quedará con la bouilloire: fue como ceder un hijo.
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