El ezan de la madrugada le daba miedo cuando tenía cinco años, me confesó él.
Imaginé un cuarto profundamente azul.
Lo imaginé a él, con el rostro que tendrá alguno de mis hijos, con las púpilas abiertas y luminosas como hatos de luz. Imagine su miedo y su rostro suave.
Afuera Polifemo canta. Afuera canta el gigante de dios, y en el hogar, el niño que aún no tengo teme.
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